De la adoración a la muerte…

… y algún otro estereotipo adosado al goticismo

Ayer, viendo una série de televisión en decadencia (sí, debo ser de los pocos que continúen apoyándola, dados sus niveles de audiencia y las tropelías que Telecinco comete contra ella), me sorprendió la cantidad de estereotipos en los que fueron capaces de incurrir los guionistas de El Comisario

En resumen, el capítulo hablaba sobre un desecho humano que se consideraba con derecho a ser transformado por un vampiro, dada su fotofobia, su atracción por la sangre y su metido-con-calzador gusto por la absenta, que consumía «a palo seco» de una petaca (sólo por eso ya se merece el calificativo del principio) 🙁

Dejando de lado la mediocre aproximación al mundo nocturno, me llamó la atención un comentario sobre la «supuesta» adoración a la muerte que profesamos todos los góticos. Es una creencia bastante extendida, e incluso a mí me ha ocurrido ya en un par de ocasiones…

Nosotros no adoramos a la Dama de blanco (al igual que no todos somos satánicos, vampíricos ni deprimidos). Sentimos cierta atracción por los sentimientos que ella provoca, ese desgarro del alma y la rebeldía ante Dios y las circunstancias de tan fatal desenlace, ya que es un caldo de cultivo excepcional para nuestros relatos, poesías, letras y, quizá, para nuestra necesidad de justificar lo que en el fondo sentimos por dentro.

Como románticos nos sentimos atraídos como polillas ante un fanal, porque nosotros mismos creemos portar un desgarro similar en nuestro interior. Explotamos esos sentimientos y los hacemos propios, acrecentando la empatía y sensibilidad hacia la vida que nos rodea. No somos rudos; símplemente aceptamos que un día todo acabará, y tratamos de admirar la belleza de esta vida sin denigrar el acto eterno que a todos nos aguarda.

Es quizá el contraste de lo que antes existía y ahora ya no volverá a ser, la definición de la vida y su indisociable dicotomía con la muerte; los eternos rivales, como la noche y el día. La sociedad nos posiciona en la oscuridad, sin darnos tiempo para mostrarles su equivocación. Sí, claro que somos seres obscuros, pero porque somos los únicos que tenemos la capacidad de ver belleza allí donde otros son ciegos y sordos, y no aceptan que pueda existir otra cosa más allá de la Luz.

Admiramos la obscuridad, sí, pero también la claridad de un amanecer, cuando todas las dudas nocturnas son vaporizadas por un halo de vida. Únicamente *admitimos* que pronto acaecerá otro anochecer, y las dudas regresarán…


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