No es otro mundo…
… u otra campaña más contra las minas antipersona
Madrid, avenida de Isaac Peral/ Ext. / Día
Un hombre de unos treinta años pasea en dirección a la plaza de Cristo Rey cogido de la mano de un niño de ocho años. El crío está feliz. Su padre le ha comprado un helado y tiene ciertos problemas para controlarle.
La cámara les sigue por detrás hasta que se convierte en subjetiva (punto de vista del padre) al pasar por un quiosco. No se detiene, pero de pasada la cámara se fija en la portada de un periódico y las imágenes saltan a la pantalla, ralentizadas.
Un campo arado / Ext. / Día
Sucesión de flashes fotográficos en las que un hombre con ropas andrajosas sostiene en brazos el cuerpo mutilado de un niño. Movimiento incontrolado, sugiriendo nerviosismo, urgencia.
Y la cámara sale del periódico.
Madrid, avenida de Isaac Peral/ Ext. / Día
El hombre continúa su camino, aunque algo ha cambiado en su mirada. Se le ve preocupado, aprieta nervioso el mentón y sus ojos saltan de un punto a otro, buscando, analizando y descartando con miedo. Aprieta el paso y aumenta la fuerza sobre el niño, que ya no salta como antes, y mira a su padre como si un sexto sentido le dijese que algo no anda bien.
De repente, el hombre pisa una loseta de metal del gas (se puede leer Comunidad de Madrid) con un sonido metálico que acalla cualquier otro ruido mundano y se detiene, lívido y con la respiración agitada. Su rostro demudado mira en todas direcciones, y comienza a sudar profusamente mientras el niño le tironea inútilmente de la manga de la camisa.
Un hombre, que ha visto lo que pasaba, se acerca y rápidamente aleja al niño de su padre, mientras un corro de curiosos lo rodean y, al percatarse de lo que va a ocurrir, se alejan paso a paso. En sus rostros se adivina alivio por no estar en su lugar y algo más, algo que nunca hubieran mostrado en ninguna otra ocasión: una mirada depredadora y morbosa, ansiosa por presenciar el fin de una vida humana. El niño mira a su padre, sin entender.
Padre
No te preocupes, hijo, no pasa nada. Ve con ese hombre… yo iré enseguida.
La cámara recorre el círculo de fisgones y se detiene en el niño, con el helado goteando y manchándolo con grandes ronchones sabor a frambuesa olvidado entre sus dedos. Se les ve gesticular; gritar y llorar; pero lo único que se escucha son un par de corazones latiendo con fuerza. Unos segundos después, cuando un resplandor anaranjado ilumina el rostro del niño, su boca quebrada en un mudo grito, uno de ellos deja de existir.
Voz en off
Es posible que no te importe lo que pueda ocurrir en una aldea perdida lejos de todos a los que amas, pero… ¿te afectaría de igual forma si fuese tu hijo quien no pudiera terminar su helado de la mano de su padre?
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